
La represión en Bielorrusia se extrema a medida que Lukashenko se va debilitando y cuenta con menos apoyos, con una oposición que cuenta ya con miles de detenidos, heridos y muertos, aunque mantiene firme el pulso contra el último dictador de Europa
Como resultado de las movilizaciones masivas de protesta por el «pucherazo» en las elecciones en Bielorrusia, donde Alexandr Lukashenko ganó con el 80% del voto escrutado, la represión del régimen alcanza cotas inaguantables.
Uno de los damnificados ha sido Alexéi Novak, que los días que estuvo encarcelado vivió una auténtica película de terror, hacinado con otros 17 compañeros en una celda minúscula en la cual tenían que turnarse para dormir en los pocos catres que había a su disposición.
Vejado y apaleado por los antidisturbios durante toda su estancia, las secuelas físicas y psicológicas son bien visibles en este programador de 36 años que volvía del colegio electoral donde hizo «mesa» cuándo fue detenido arbitrariamente.
Casi 30 años en el poder

Va para tres décadas el tiempo que Lukashenko se hizo con el «cetro» de Bielorrusia, ejerciendo un poder omnímodo como cuando existía la antigua URSS y que se resiste a abandonar, con unos procesos electorales casi «a la búlgara».
La represión se ha ido extremando a medida que la contestación en las calles iba siendo mayor y a día de hoy, se estiman los detenidos en más de 7.000, cientos de heridos, cuatro muertos y 80 desparecidos.
Los testimonios de violencia policial se cuentan por miles, y toda esa represión solo ha servido para dar «alas» al movimiento de protesta y darle legitimidad internacional.
Tal es el cariz que están tomando los acontecimientos que la opositora Svetlana Tijanóvskaya, la única rival que ha tenido en las elecciones Alexandr Lukashenko, ha decidido trasladarse con su familia a la fronteriza Lituania, dado que su integridad física y la de su familia podrían sufrir peligro.
Un clamor social

Bielorrusia, con una población de 9.400.000 habitantes, está viviendo una convulsión social como no se recordaba desde que se desmembró la Unión de Repúblicas Soviéticas.
Las peticiones de los manifestantes se centran en protestar contra un sátrapa que lleva casi tres décadas en el poder y por la convocatoria de unas nuevas elecciones, después del «pucherazo» perpetrado en las últimas.
La solución no es fácil, dado la situación geoestratégica de la república exsoviética – formaba parte de los «estados tapón» de la URSS y las privilegiadas relaciones que siempre ha mantenido Lukashenko con el Kremlin.
Inclusive para algunos analistas como Artyom Shraibman, la situación podría tener graves repercusiones para Europa e inclusive desencadenar una suerte de «guerra fría» entre Rusia y sus antaño antagonistas occidentales.
Morir matando

Lo que ha quedado bien claro hasta ahora es que Alexandr Lukashenko no se va a ir sin luchar, dado el cariz que va alcanzando la represión, que no contento con movilizar a la policía, ahora ha puesto en alerta a las fuerzas armadas bielorrusas.
Durante cinco legislaturas, este licenciado en historia ha gobernado Bielorrusia con mano firme y con unos modos cuasi dictatoriales que recuerdan a la auctoritas que se ejercía en la época soviética.
En una muestra de fuerza, el pasado sábado se le pudo ver en la frontera del país, vestido de uniforme y pasando revista a las tropas, haciendo declaraciones grandilocuentes de que «resolverá» las protestas.
Inclusive ha llegado a advertir a Polonia, Letonia y Lituania, que en caso de violación del territorio bielorruso no dudará en enviar a sus fuerzas armadas a defender su tierra, en lo que es a todas luces un «aviso para navegantes».
¿Quizás la última función?

Conocido como «el último dictador de Europa», Lukashenko ha llegado muy debilitado a estas últimas elecciones, inclusive a pesar de haber puesto toda la «maquinaria» estatal a su servicio para ganar los comicios.
Entre los factores que han hecho que la población esté ya hastiada del gobierno de este «zar» se encuentra, como antecedente más próximo, la mala gestión de la pandemia del covid-19, que ha golpeado con fuerza al país euroasiático.
Entre los peregrinos consejos del sátrapa para luchar contra el coronavirus se encontraban la de acudir a la sauna, beber vodka o utilizar el tractor para sembrar.
Al mismo tiempo, Bielorrusia vive en una perenne crisis económica, con un sector público de dimensiones elefantiásicas que si bien es el mayor empleador de Bielorrusia es poco competitivo internacionalmente.
Los bajos niveles de crecimiento económico hacen que Bielorrusia tenga que estar permanentemente renegociando su deuda externa, muchas veces a un paso del default.
Paradójicamente, con la habilidad que tiene el gobernante bielorruso de «echar balones fuera», echo la culpa de la crisis económica a Rusia, porque el gobierno de Putin había cancelado algunos de los acuerdos comerciales bilaterales.
Sin embargo, después del «capote» que le ha echado Rusia, prometiéndole apoyo militar llegado el caso, ahora la culpable de todos los males que asolan Bielorrusia es Europa.
Esa atribución de responsabilidad tiene una causa: la UE ha puesto en duda los resultados electorales, ha sancionado a altos cargos del gobierno bielorruso y acaba de aprobar una partida económica para los bielorrusos que están sufriendo la represión.
La oposición recaba el apoyo internacional

Mientras tanto la comunidad internacional se reúne con la líder de la oposición bielorrusa, Svetlana Tijanóvskaya, para pulsar la opinión de la líder del mayoritario movimiento social que pretende derrocar al actual gobierno bielorruso.
La antigua profesora de inglés ha multiplicado los contactos con diplomáticos y ministros de asuntos exteriores de la Unión Europea, incluido con míster PESC, el español Josep Borrell.
Inclusive la candidata independiente ha mantenido un encuentro, al máximo nivel, con el Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, uno de los «halcones» de la administración de Donald Trump.
Una represión que no da tregua

La represión ha vuelto a las calles de Minsk, la capital, y en otras ciudades bielorrusas, y la oposición se malicia que la represión se puede extremar en la medida en que el autócrata cada día que pasa tiene menos apoyos, tanto dentro como fuera de Bielorrusia.
Uno de los ciudadanos en los cuales se ha materializado la represión es Dimitri, de 35 años, que, tras ser detenido, recibió tantos golpes que no puede sentarse.
Su cuerpo, cuenta, es un «mapa» de la represión, ya que tiene resto del impacto de pelotas de goma, perdigones de escopeta y porrazos, todos ellos «administrados» por los antidisturbios durante las protestas y durante la posterior detención.
Sin embargo, la ciudadanía bielorrusa continúa beligerante y sigue acudiendo a cada nueva concentración de protesta que se organiza; muchas veces las concentraciones se publicitan en redes sociales como Facebook.
Fuente – EL PAÍS / LA VANGUARDIA / Aleksandr Lukashenko en Wikipedia / Svetlana Tijanóvskaya en Wikipedia
Imagen – Ivan Bandura / Bundesministerium für europäische und internationale Angelegenheiten / Serge / pikist / Bundesministerium für Finanzen /