
En justa respuesta, Alemania, Suecia y Polonia han decidido expulsar a personal diplomático de las legaciones diplomáticas rusas en su territorio, después de que el gobierno ruso expulsase a miembros de sus embajadas en Moscú por participar en las movilizaciones que piden la excarcelación de Alexéi Navalni
El desencuentro en la rueda de prensa conjunta entre Josep Borrell y el ministro de exteriores ruso Serguéi Lavrov está «trayendo cola».
En la comparecencia conjunta el jefe de la diplomacia europea no tuvo pábulo en exigir la liberación del disidente ruso Alexéi Navalni.
El ministro de asuntos exteriores ruso no dudó en equiparar el encarcelamiento de Navalni con el encierro que sufren los políticos presos por la declaración unilateral de independencia en Cataluña.
El gobierno ruso decidió, después de la rueda de prensa, expulsar a tres diplomáticos europeos bajo la acusación de haber participado en las movilizaciones que se están llevando a lo largo y ancho de Rusia para la liberación de Navalni.
Represalia diplomática europea

El primero en bajar al «ruedo» ha sido el ministro de exteriores alemán, Heiko Maas, que anunció que su país expulsaba a un diplomático ruso en respuesta al extrañamiento de uno de sus funcionarios de la embajada alemana en Moscú.
El mismo camino ha seguido la diplomacia polaca, que ha anunciado la retirada del status diplomático a un funcionario de la legación diplomática rusa en Varsovia, después de que uno de sus diplomáticos fuese expulsado por Moscú.
El tercer país europeo que ha sufrido las represalias en las carnes de uno de sus funcionarios consulares, Suecia, todavía no ha «movido» ficha, aunque se espera que actué en la misma línea de polacos y alemanes.
Convención de Viena

En el caso de Alemania, la expulsión está justificada en el articulado de la Convención de Viena, concretamente en el artículo 9, que permite que un país, sin tener que justificar su decisión, expulse a diplomáticos de otro país.
Sin embargo, el ministerio de exteriores alemán ha justificado la expulsión como reciprocidad porque el pasado 5 de febrero el Kremlin decidiese expulsar a uno de sus funcionarios diplomáticos por haber participado en las protestas para lograr la liberación de Navalni.
Además, ha justificado la presencia de sus diplomáticos en las concentraciones de protesta, ya que estaban en funciones de observación sin vulnerar ningún precepto legal de la legislación rusa.
Divide et impera

Rusia siempre ha tenido claro que la Unión Europea no habla con una sola voz, y esta es una muestra más de su intento de dividir a los países que forman la Unión.
Vladimír Putin sabe que dentro de la UE cuenta con poderosos aliados, caso de Hungría, que se oponen a muchas de las políticas del eje franco – alemán.
En el caso de Alemania, la relación con Moscú siempre ha sido de pragmatismo, sabiendo que en algunos sectores como el energético, el Kremlin podría «cerrar el grifo».
Por esa dependencia energética, el ejecutivo que encabeza Ángela Merkel siempre se ha demostrado favorable a la construcción del gasoducto Nord Stream II, que llevaría, atravesando el mar Báltico, el gas directamente a su territorio.
La construcción de ducto siempre ha tenido la oposición de Estados Unidos, que considera que, con la conducción de gas, Alemania se convierte en un rehén del gobierno que lidera Vladimír Putin.
A pesar de las constantes vulneraciones de los derechos humanos que se cometen en Rusia, el caso Navalni y la guerra de Ucrania, Merkel hace «oídos sordos» a los países europeos que piden sanciones para Rusia.
La decisión sueca y polaca

Finalmente, y aunque no ha reaccionado con la suficiente rapidez, Suecia ha decidió extrañar a un diplomático de lo que fuera la antigua Unión Soviética.
La responsable de la diplomacia sueca ha comunicado la decisión con un mensaje en la red social Twitter, en la cual también se advierte que han dejado a Rusia elegir cuál de sus funcionarios diplomáticos abandona el país que lidera Stefan Löfven.
Polonia, que también ha expulsado a un representante diplomático ruso, también utilizó la red social que fundase Jack Dorsey para comunicar, urbi et orbi, que había decidido tomar represalias.
Además, los polacos se han permitido tildar de “injusta” la expulsión de la plantilla de las embajadas alemana, sueca y polaca.
Bruselas por detrás

La coordinación entre Alemania, Suecia y Polonia muestra que detrás hay una estrategia meditada de la Unión Europea, que esta vez ha preferido que las reacciones a las expulsiones de Moscú sean coordinadas individualmente por cada país miembro.
Sin embargo, ha sido la Comisión Europea, en primera persona, la que ha defendido la decisión de enviar a su máximo representante diplomático, Josep Borrell, a Moscú y la defensa que este ha hecho de la liberación de Alexéi Navalni.
En concreto, han sido los Conservadores Europeos y el Partido Popular Europeo los más proclives a decretar sanciones a Rusia, que refuerce las que se promulgaron el pasado octubre.
En aquella ocasión, y después de que hubiera quedado demostrado que Alexéi Navalni había sido envenenado con el agente nervioso Novichok, miembro de una familia de neurotoxinas que se diseñaron en la extinta Unión Soviética.
Borrell se manifiesta

Y lo ha hecho en su bitácora personal, donde manifiesta la preocupación que le suscita la visita que ha realizado a Rusia, y también sobre los intereses geoestratégicos rusos.
En opinión de Borrell cada día que pasa Rusia se desconecta más de Europa, y también el gobierno ruso muestra un desapego más fuerte de los valores democráticos, a pesar de que, aunque solo sea formalmente, Rusia también es una democracia.
La tradicional desconfianza que siempre han tenido hacia Rusia los países bálticos y Polonia se va entendiendo como una «mancha de aceite» en el resto de las cancillerías europeas.
Sanciones

Es lo que han pedido varios eurodiputados para contrarrestar la expulsión de los tres diplomáticos europeos por parte del gobierno de Vladimír Putin.
Del mismo modo, piden que la Comisión Europea haga una declaración de solidaridad explícita a los países – Alemania, Suecia y Polonia – que han visto como se extrañaba a miembros de sus embajadas.
Los eurodiputados que firman la carta son David McAllister y Andrius Kubilius, del Partido Popular Europeo y Ryszard Czarnecki del Partido Popular Europeo.
Fuente – EL PAÍS
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