
Después de unas elecciones «a la búlgara», Bachar el Asaz ha vuelto a ser investido con la máxima magistratura del estado sirio. En un discurso lleno de lugares comunes, el hijo del «carnicero de Hama» ha prometido zurcir las heridas y reflotar económicamente el país
Después de una década de guerra sangrienta y fratricida y de una crisis económica consiguiente que se ha intensificado producto de la pandemia de SARS-CoV-2, Bachar el Asad, después ganar unas elecciones «a la búlgara», vuelve a jurar el cargo.
Es la cuarta vez que el hijo del que fuera conocido como el «carnicero de Hama» se presenta a las elecciones y vuelve a ganar las mismas, después, bien es cierto, de haberse desecho de toda la oposición.
A la búlgara

En estos últimos comicios, Bachar el Asad ha logrado el 95% de los votos escrutados, en unas elecciones que tanto la oposición política – la poca que todavía queda en pie – y occidente no han dudado en tildar como fraudulentas.
Oficialmente la participación llegó casi al 79% en un país donde el voto es obligatorio, y no acudir a las urnas pueden suponer la «muerte civil» del abstencionista.
Como suele ser habitual desde que el hijo de Hafez el Asad subiera al poder no han sido admitidos observadores internacionales que velasen por la limpieza de los comicios, lo que indican bien a las claras un nuevo tongo.
Declaración de intenciones

Después de ser investido con la máxima magistratura de Siria, el Asad dirigió unas palabras a la concurrencia, en las que marcó, como primera prioridad recuperar el territorio sirio que todavía no está bajo el control de las fuerzas armadas sirias.
A pesar de la pandemia de SARS-CoV-2 que está sufriendo Siria, el convite, que se desarrolló en el palacio presidencial de Damasco contó con la presencia de 600 invitados, bien es cierto que manteniendo la «distancia de seguridad» y con el uso de gel hidroalcohólico.
Un régimen espurio

En lo que podría ser calificado sin ambages como una república hereditaria, el régimen lo inició su padre, Hafez el Asad, después de una intentona golpista que tuvo éxito.
El fundador de la dinastía, sin embargo, siempre mantuvo las formas y mantuvo la estructura del partido Baaz, un movimiento político panárabe que inicialmente obtuvo el poder en Siria e Irak.
Tras la muerte de su hermano mayor, Bassel, que estaba llamado a ser el recambio de Asad padre, Bachar tuvo que dejar su «exilio dorado» en Londres y aprestarse para hacerse con las riendas del régimen.
En un discurso vacuo, pero a pesar de ello lleno de palabras rimbombantes, alabó a los votantes que además de introducir la papeleta en la urna, habían demostrado su compromiso con su conciencia y con su patriotismo.
Echando balones fuera, el Asad achacó la precaria situación, en todos los órdenes, que se vive en Siria, a los «colonizadores» que han intentado acabar con su régimen, aunque no cito ni a los rebeldes ni al ISIS.
Un país en ruinas

A pesar del discurso grandilocuente, la realidad es que Siria está en ruinas después de una década de guerra en un conflicto en el que se han enfrentado las fuerzas de el Asad, los rebeldes, las milicias kurdas y hasta el ISIS.
Se calcula que la mitad de la población siria se encuentra desplazada por la guerra en los países circundantes y que ha muerto miles de personas en un conflicto fratricida que nadie, a ciencia cierta, puede augurar cuando acabará.
Las hostilidades comenzaron en 2011, cuando la represión brutal contra manifestaciones pacíficas provocó un alzamiento armado de la población que se resistía a los Asad.
Después de haber perdido el control del país, el ISIS llegó a formar inclusive en una buena porción del territorio sirio un Califato, actualmente las tropas gubernamentales controlan dos tercios del territorio.
Bien es cierto que la recuperación del territorio no ha sido por méritos propios, ya que una coalición internacional liderada por Estados Unidos se encargó de ultimar el evanescente califato del ISIS.
Una economía en ruinas

Aunque «la parte del león» de la crisis económica siria es achacable únicamente a los diez años de guerra, también ha habido otros factores que han colaborado.
Entre ellos se encuentran, siendo de los más importantes, las sanciones que occidente ha impuesto a Siria por la sangrienta represión de la oposición política, que finalmente han derivado en una guerra civil.
Otro factor coadyuvante ha sido la crisis económica en la cual se ha sumido el Líbano, especialmente después del estallido de una enorme cantidad de explosivos en el puerto de Beirut, la capital libanesa.
Reputados economistas coinciden en que la recuperación debe empezar por mejorar la productividad de la economía siria y recuperar los sectores que tradicionalmente colaboraban en el PIB.
Dichos sectores son la industria, el turismo y el de los servicios, sin olvidar el principal sector económico del país, que no es otro que la agricultura, muy dañada porque la gran mayoría del territorio sirio ha sido pasto de la guerra.
Por debajo del umbral de la pobreza

Es la situación en la que malvive el 80% de la población siria según los datos que obran en poder de la ONU, siendo la principal «cruz» la escasez de insumos básicos, como puedan ser el pan y el combustible.
A eso hay que unir una libra siria en «caída libre» que solo en el último año ha perdido el 57% de su valor, y como daño colateral ha incrementado la inflación un 300%.
Mientras tanto el régimen cifra su supervivencia al cese, evidentemente con condiciones, de las sanciones que está afectado especialmente a la comercialización de combustible en el mercado internacional.
El Asad también espera, como «agua de mayo» una conferencia de donantes que se encargue de encauzar la ayuda internacional para reflotar el país después de una década de guerra civil que ha desangrado el país.
Pacificar el país

En esa clave se debe de entender que aproximadamente 1.000 yihadistas marroquíes, muchos de ellos combatientes en Siria, estén siendo repatriados desde los campos de refugiados donde están internados.
Se trata de un proceso delicado debido a que retornar a miembros del ISIS a Marruecos, un país en vías de desarrollo puede hacer peligrar la seguridad del país magrebí.
Además, la coordinación de la repatriación es complicado debido a que ni Siria ni Irak mantienen relaciones diplomáticas con Marruecos, por lo cual sería únicamente el país regido por Mohamed VI el que se encargaría del proceso.
Fuente – EL PAÍS / Partido Baaz Árabe Socialista / LA RAZÓN
Imagen – Paul Keller / Roman Kubansky / The National Guard / Kurdish Struggle / SNAPPY GOAT / Барвенковский / DFID