
Tras presentar su dimisión como primer ministro, Mario Draghi se resiste a reconsiderar su decisión a pesar de que, además del presidente de la República Italiana, pesos pesados de la política europea le han pedido que reconsidere su posición. Cada día que pasa se abre más un escenario con elecciones legislativas en octubre
El banquero central que salvó el euro, devenido en político y en primer ministro de Italia, no las tiene todas consigo en eso de seguir en sus puestos, por lo que advirtió hace unos días de que iba a dimitir.
Rápidamente desde una buena cantidad de instancias, incluido el presidente de Italia, Sergio Mattarella, se le ha intentado convencer de que continúe en el puesto.
A la máxima magistratura italiana se ha unido desde lo más granado de la política europea a partidos de corte progresista, tanto de dentro de Italia como en Europa.
En menos de una semana

Es el tiempo que se ha dado el político romano para reconsiderar su posición de dejar de ser primer ministro.
Ese es el tiempo que tiene el presidente de la república para presentar a Draghi un esquema político sólido para que motive al hombre que salvó al euro en el 2008 y que le presentó la dimisión el pasado jueves.
No es un buen momento para que la máxima jefatura del Estado italiano quede desarbolada: a medias están las reformas con las que Italia se ha comprometido con la Unión Europea.
Otros temas pendientes, y no por ello menos importantes, son embridar la inflación galopante que vive el país, mantenerse firme en sus sanciones a Rusia y crear una nueva de ley de presupuestos blindada ante las marejadas de los mercados.
La renuncia irrevocable de Draghi abriría un escenario con elecciones generales en octubre, unos comicios que sobre todo beneficiarían a la formación ultraderechista Fratelli d’Italia, dirigida por una Giorgia Melloni en trayectoria ascendente.
El detonante

La dimisión de Draghi fue prácticamente automática después de que los diputados del Movimiento 5 Estrellas abandonaron el hemiciclo, con lo que no pudo salir adelante un decreto del ejecutivo de Draghi.
Fue la gota que colmó el vaso de un primer ministro que lleva desde que accedió a esa alta magistratura en un permanente tira y afloja con el movimiento político que fundase el cómico Giuseppe Grillo.
En la explicación de Draghi a sus ministros, este les aleccionó explicándoles que la mayoría parlamentaria que había mantenido en pie a su ejecutivo se acababa de romper, y que el gobierno era rehén del M5S.
Posible evolución

En el horizonte se plantean dos escenarios principales para Draghi y para su gobierno, y ninguno de ellos es lo suficientemente tranquilizador.
El primero de ellos es que el recién dimitido presente en el parlamento una cuestión de confianza, algo que prácticamente tendría ganado, aunque su victoria no le aseguraría el suficiente apoyo parlamentario.
La situación política es tan inestable que ha provocado la caída de las Bolsas y que la prima de riesgo – la diferencia que el bono italiano paga con respecto al alemán – se haya disparado por encima de los 220 puntos.
El otro escenario plantea ir a unas elecciones generales en octubre, y ante eso todos los pronósticos auguran que la formación política más beneficiada sería la ultraderechista Fratelli d’Italia.
Nubarrones negros

A pesar de que, y es algo que podrá beneficiar, Draghi volverá de su viaje a Argelia con la distribución de gas asegurada para Italia en lo que se prevé, también en lo político, como un duro invierno, su futuro político no está nada claro.
Sobre todo, porque desde el entorno de Draghi se considera que se ha roto la unidad nacional, algo vital para un político que ha llegado a primer ministro sin pasar por unas elecciones democráticas.
Conviene recordar que fue el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, el que le pidió que ocupase el puesto que ocupaba hasta su dimisión.
Pero sin por eso fuera poco, es el propio Draghi el que tiene conciencia que su gobierno es de tipo técnico y que ha sido llamado por los italianos para solventar una situación política y económica complicada.
Es por ello por lo que el actual gobierno italiano tiene una necesidad imperiosa de tener una legitimidad política que únicamente le puede dar un apoyo mayoritario de ambas cámaras legislativas.
A lo que tampoco se va a plegar el exgobernador del BCE es a convertirse en un lame duck, que es como en Estados Unidos se llama a los presidentes sin apoyo de las cámaras.
El primer ministro quiere un gobierno que siga teniendo capacidades ejecutivas, y no un gobierno que esté atado de pies y manos y sin respaldo parlamentario, como se escenificó en la última votación en el Palazzo Montecitorio.
Mattarella persiste

El presidente italiano no tira la toalla para que Draghi continúe ejerciendo de líder del ejecutivo, aunque la presión que está ejerciendo no es suficiente.
A pesar de que no pierde, todavía, la esperanza, Mattarella también cree que se puede llamar a las urnas el próximo octubre.
Inclusive una de las posibilidades es que sean los mismos partidos políticos que sustentan a ejecutivo lo que se reúnan con el tecnócrata para pedirle que continúe y asegurarle que seguirán teniendo su apoyo en las cámaras.
Trabajo pendiente

Pero también es muy posible que las presiones que reciba Draghi provengan también de la Unión Europea, ya que el gobierno italiano todavía tiene mucho trabajo pendiente.
Es necesario, para la UE, un ejecutivo estable para acometer las reformas estructurales a las que se ha comprometido Italia tras recibir 230.000 millones de euros de fondos europeos.
Además, ese dinero es condicional, es decir, además de acometer las reformas, Italia debe de presentar planes, que deberán ser aprobadas, para que Bruselas libre las partidas presupuestarias.
Lo que menos necesita Europa en estos momentos es más turbulencias políticas, después de tener una guerra en Ucrania, un premier británico dimitido, y dos mandatarios, Emmanuel Macron y Olaf Scholz con graves crisis de legitimidad.
Fuente – EL PAÍS
Imagen – Finnish Government / Jerney Furman / Oregon National Guard / Robert Bertholf / Qutea / Presidencia de la República Mexicana / Guilhem Vellut